“Un vistazo a la historia egipcia en esos momentos arrojará que hacia 575 a.C. aproximadamente, el último rey de la nativa dinastía XVIII, Amosis, se reveló contra los hicksos y los expulsó del país. Este nuevo rey nacionalista dio inicio a lo que se conoce como el Imperio Egipcio Moderno, que se extendió hasta la XX dinastía. Muchos lo han identificado acertadamente con “el Faraón que no conoció a José” (Éxodo 1). Algunos de sus descendientes descollaron por sus obras y campañas militares como Totmen y (Tutmosis), Totmes III y la reina Hashepsut, que reinaron sucesivamente desde el 1540 a.C. hasta 1450 a.C., aproximadamente bajo Totmes IV (hacia 1420 a.C.) el Imperio alcanzó su máximo esplendor.
“Sin embargo, su sucesor, Amenhotep o Amenofis IV, mas conocido por Iknatón, llevó al país a una crisis profunda. Más que un buen administrador y gobernante, Iknatón fue un reformador religioso que indujo a Egipto a la religión monoteísta, en la figura del Dios solar Atón. Posiblemente estuviera influenciado por el monoteísmo hebreo. Al menos, fue respaldado por los sacerdotes de On, centro religioso de importancia en Egipto, al cual, cientos de años antes estuviera vinculado José al tener el privilegio de casarse con la hija de uno de sus sacerdotes. Es posible que de esa forma fuera que el monoteísmo hebreo comenzara a penetrar dentro de determinados círculos sacerdotales egipcios. Con la muerte de Iknatón, sus reformas cayeron en el olvido, se restauró el antiguo culto u la antigua capital que había sido trasladada a Amarna. Dos gobernantes débiles lo sustituyeron: Semenkara y Tutankamón (famoso por el descubrimiento de su tumba intacta en el año 1922).
Hacia el 1340, luego de la muerte de Tutankamóm, comienza a gobernar a Egipto una nueva dinastía, en la que descolló Ramsés II (13000 aprox., señalado por algunos como el Faraón del Éxodo, en contraposición con los que sostienen que fue Tutmosis III. Bajo esta vigésima dinastía, Egipto sufre la invasión de los llamados Pueblo del Mar que se lanzaron sobre Egipto, Palestina y Asia Menor huyendo, probablemente a la destrucción de la civilización creto-mecénica., a manos de invasores europeos. Esto sucedió hacia el 1200 A. C. Al terminar esta dinastía, el imperio egipcio comienza a declinar y no se habría de levantar jamás con el mismo espíritu y fuerza de antaño. Así es que, hacia el período bíblico de los Jueces, aunque nominalmente Egipto era el dueño de Canaán, en realidad su influencia era nula” (Alba Llanes. Geografía Histórica Bíblica. EDISUB: La Habana, Cuba, 1987.).
“Sin embargo, su sucesor, Amenhotep o Amenofis IV, mas conocido por Iknatón, llevó al país a una crisis profunda. Más que un buen administrador y gobernante, Iknatón fue un reformador religioso que indujo a Egipto a la religión monoteísta, en la figura del Dios solar Atón. Posiblemente estuviera influenciado por el monoteísmo hebreo. Al menos, fue respaldado por los sacerdotes de On, centro religioso de importancia en Egipto, al cual, cientos de años antes estuviera vinculado José al tener el privilegio de casarse con la hija de uno de sus sacerdotes. Es posible que de esa forma fuera que el monoteísmo hebreo comenzara a penetrar dentro de determinados círculos sacerdotales egipcios. Con la muerte de Iknatón, sus reformas cayeron en el olvido, se restauró el antiguo culto u la antigua capital que había sido trasladada a Amarna. Dos gobernantes débiles lo sustituyeron: Semenkara y Tutankamón (famoso por el descubrimiento de su tumba intacta en el año 1922).
Hacia el 1340, luego de la muerte de Tutankamóm, comienza a gobernar a Egipto una nueva dinastía, en la que descolló Ramsés II (13000 aprox., señalado por algunos como el Faraón del Éxodo, en contraposición con los que sostienen que fue Tutmosis III. Bajo esta vigésima dinastía, Egipto sufre la invasión de los llamados Pueblo del Mar que se lanzaron sobre Egipto, Palestina y Asia Menor huyendo, probablemente a la destrucción de la civilización creto-mecénica., a manos de invasores europeos. Esto sucedió hacia el 1200 A. C. Al terminar esta dinastía, el imperio egipcio comienza a declinar y no se habría de levantar jamás con el mismo espíritu y fuerza de antaño. Así es que, hacia el período bíblico de los Jueces, aunque nominalmente Egipto era el dueño de Canaán, en realidad su influencia era nula” (Alba Llanes. Geografía Histórica Bíblica. EDISUB: La Habana, Cuba, 1987.).
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